En los umbrales del primer milenio antes de nuestra era, en la época de la desintegración de la comuna primitiva, aparecieron en China concepciones materialistas espontáneas. Los chinos estimaban que todas las cosas están constituidas por cinco elementos: madera, metal, agua, fuego y tierra, y el substrato común a esos elementos originales era la substancia material “Tsi” que evoca al aire o al éter. Más tarde, esos rudimentos de ideas materialistas se convirtieron, gracias a la teoría de Lao Tseu sobre el “Taó”, vale decir, el determinismo del desarrollo y cambio de las cosas, en el fundamento de un sistema filosófico coherente. Según la leyenda, la escuela filosófica de Lao Tseu apareció a fines del siglo VI y comienzos del V antes de nuestra era. Esa filosofía se alzó contra el despotismo de la nobleza. Lao Tseu decía: “El pueblo está hambriento porque sus gobernantes devoran impuestos en demasía”.
Lao Tseu proclamaba que la vida de la naturaleza y de los hombres sigue un rumbo determinado, el “Taó”, sin que intervenga ninguna fuerza sobrenatural. De acuerdo al “Taó”, todo en el mundo se mueve y cambia, y en ese proceso, todas las cosas se transforman necesariamente en sus contrarios. En el curso del cambio infinito, lo nuevo triunfa siempre sobre lo viejo. Además, Lao Tseu sostiene que el hombre no debe inmiscuirse en el proceso del desarrollo, y exhorta a los hombres a la pasividad, predicando el retorno a la vida primitiva en oposición al progreso. A pesar de su estrechez, que se explica por razones históricas, esta doctrina desempeñó un gran papel en la historia de la filosofía y la cultura chinas. El principal mérito de Lao Tseu consiste en que al oponer el “Taó” natural a la voluntad divina, presintió la existencia de leyes generales que rigen al mundo real y cuya esencia expresan. Lao Tseu tuvo por discípulo a Yang Chu (siglo IV a.n.e.) materialista notorio que negaba la existencia de fuerzas sobrenaturales y se oponía al culto de los antepasados. Esta doctrina tiene por centro al hombre. De allí, la idea de la libertad del individuo: “Todo para sí”, todo para el hombre. El materialismo de Lao Tseu y de Yang Chu asestó un golpe vigoroso a las corrientes idealistas, y en particular, al confucianismo.
Confucio (551-479 a.n.e.) fundó la primera escuela privada en China. Enunció ideas racionales, especialmente sobre los problemas de la educación, pero en el fondo, su doctrina tiene un carácter conservador. Se alzó contra todos los elementos nuevos, luchó por la restauración de un régimen social caduco, e intentó perpetuar los ritos religiosos del régimen patriarcal. Dividía a los hombres en “nobles” y “bajos”, y estos últimos debían servir dócilmente a la nobleza. Con este fin, concebía una ética que tuviera por principio la “caridad”, y creía en el “destino celestial”.
La doctrina de Confucio fue atacada vivamente por Mo Ti (479-381 a.n.e.). Este afirma que el principio de la “caridad” está dirigido contra los humildes. Mo Ti oponía a Confucio “el amor universal” en cuyo nombre, todos los hombres, naturalmente iguales, deben ayudarse mutuamente. Protestaba contra la guerra entre los reinos y reclamaba para el pueblo una vida en paz. En su crítica a la doctrina de Confucio, Mo Ti afirma que no existe destino providencial, que el destino del hombre depende de este mismo, de la manera en que aplique el principio del “amor universal”, expresión de la voluntad celestial. En su conjunto, esta doctrina es idealista, lo que no excluye sin embargo, ciertos elementos materialistas, especialmente en su teoría del conocimiento.
Los discípulos de Mo Ti desarrollaron las concepciones éticas y filosóficas del maestro despojándola de esa envoltura mística que era la “voluntad celestial”. Fueron los primeros en la China antigua, en elaborar una teoría del conocimiento y una lógica inspiradas en un materialismo ingenuo. El saber constaba de tres partes: el conocimiento sensible, el conocimiento racional y la práctica. Concibieron la noción de “pian” (lo que significa “controversia”, “diálogo”, “dialéctica”) llamada a “definir la verdad y la mentira”. Los discípulos de Mo Ti estudiaron igualmente los métodos lógicos del conocimiento tales como el análisis y la síntesis, la inducción y la deducción, la analogía, la comparación, &c. Según ellos, nuestros juicios y nuestros conceptos deben fundarse en las cosas y corresponder a la realidad.
Durante los siglos IV y III a.n.e., el materialismo fue violentamente atacado por Men Tseu, discípulo de Confucio, por Chuan Tseu que interpretó en un sentido idealista la doctrina de Lao Tseu sobre el “Taó”, y por otros además. Pertenecen igualmente al campo idealista, los sofistas Hui Sheu y Kung Sung-lung, quienes negaban la realidad de las cosas y el movimiento.
Siempre en lucha contra el idealismo y el misticismo, el materialismo de la China antigua continuó desarrollándose. Sun Tseu (296-238 a.n.e.), principal representante de la corriente progresista en el confucianismo antiguo, fue el materialista más notable de esta época. Afirma que el cielo está desprovisto de conciencia y que no es más que una parte de la naturaleza, que el hombre es capaz no sólo de conocer las cosas, sino de llegar a dominarlas y a utilizarlas de una manera congruente. Esta doctrina es una de las fuentes ideológicas de los “fatsia” (“legistas”) que lucharon por la unificación y el progreso de China. Esta escuela proclama que la legislación del Estado (“fa”) debe suprimir las relaciones de clan, el patriarcado, y transformar la sociedad. Han Fei (siglo III a.n.e.), discípulo de Sun Tseu, es el representante más notable de esa tendencia. A finales del siglo III antes de nuestra era, las aspiraciones sociales y políticas de los “fatsia” se realizaron. China fue unificada. Pero no tardó en estallar una sublevación de campesinos y esclavos liberados. Las guerras prosiguieron sin interrupción. Y se vio aparecer una religión nueva, la “secta de Taó”, que deformaba groseramente la doctrina de Lao Tseu haciendo de la antigua filosofía atea un objeto de culto. El confucianismo extrajo nuevos argumentos teológicos de la enseñanza de Toung Chung-shu (siglos II y I a.n.e.).
Un grupo de materialistas en cuyas primeras filas se encuentra Wang Chung (27 a 97 aprox.) se rebeló contra la mística religiosa. Wang Chung enseñaba que el mundo se compone de una materia eterna llamada “Tsi”, en la cual, “Taó” actúa como una ley del desarrollo de la realidad misma. El hombre es considerado como un ser natural constituido igualmente por la substancia material “Tsi”. Denunciando la fábula de la inmortalidad del alma, Wang Chung afirma que el alma humana es la energía vital del hombre segregada en el organismo en el curso de la circulación sanguínea cuya detención provoca la desaparición del alma. La doctrina de Wang Chung representa una etapa superior en el desarrollo del materialismo en la China antigua.
Desde el siglo II al IV, mientras la sociedad china atravesaba una crisis profunda, la mística religiosa de la secta taoísta por una parte, y del budismo, por la otra, pasó por un período de florecimiento. La frontera entre la filosofía idealista y la religión se borró. Aparecieron filósofos que vaciaron la teoría “Taó” de su contenido materialista y la adaptaron a las necesidades de la religión. Así, el famoso Ke Hung (siglo IV) consideraba al “Taó” como un medio de alcanzar la inmortalidad. El taoísmo, convertido en una adulteración era asimilado cada vez más por el idealismo confucianista. Los budistas provocaban discusiones sin cesar sobre la naturaleza del alma, sobre las relaciones entre el ser y el no-ser. En esta época, diversos pensadores notables levantaron su voz contra el misticismo y el idealismo: Pei Wei (siglo III), Pao Ching-yen (siglo IV), Fan Chen (siglos V a VI) y muchos más.
Del siglo VII al siglo IX, durante el desarrollo del feudalismo, el budismo ejerció su predominio y su filosofía penetró en todas las ramas de la cultura. El confucianismo y el taoísmo fueron relegados a último plano. Un materialista militante, Lu Tsai (siglo VII) atacó al misticismo y al idealismo. La lucha encarnizada que oponían las sectas budistas, hace recordar las luchas entre nominalistas y realistas en la Europa medieval. El budismo se escindió en dos grandes corrientes, septentrional y meridional, lo que lo debilitó sensiblemente y favoreció a sus adversarios, los confucianistas ante todo, que reconquistaron sus posiciones. En su crítica a la escolástica budista, algunos confucianistas enunciaron tesis de tendencia materialista. Sin embargo, en el período que siguió, después de su victoria decisiva sobre los budistas, los discípulos de Confucio se pusieron a desarrollar de nuevo su filosofía idealista. La llamada “escuela ortodoxa”, que tuvo por maestro a Shu Hsi (1130-1200), señala el apogeo del idealismo confucianista. Shu Hsi estima que el mundo está compuesto de dos principios: “Li”, incorpóreo, y “Tsi”, corpóreo. “Li” es la fuerza creadora razonable que convierte a la materia pasiva “Tsi” en cosas concretas a las que gobierna. Afirma que “Li”, principio ideal, encarna en el hombre las cualidades positivas (la aspiración al bien), mientras que la substancia material “Tsi” le confiere las cualidades negativas (las tentaciones de los sentidos). La misión de los filósofos consiste en desarrollar por todos los medios las cualidades positivas del hombre y en poner trabas a sus intenciones malignas. Bajo el régimen feudal, eso significaba que los siervos debían soportar sin murmurar todas las privaciones y obedecer dócilmente a los señores que los explotaban y oprimían ferozmente. La doctrina de Shu Hsi erigida en ideología ortodoxa oficial, reinó indiscutida durante varios siglos en la China feudal.
No obstante, la “escuela ortodoxa” tenía adversarios tanto a la izquierda como a la derecha. Sus críticos de izquierda fueron Yeh Shui-sin (1150-1223) y Shen Luan-Shuan (1143-1194), que refutaron el idealismo de Shu Hsi, en particular su apriorismo en la teoría del conocimiento. Yeh Shui-sin y Shen Lung-shuan invitaban a los sabios a renunciar a la escolástica estéril y a entregarse a una obra útil en bien del pueblo. La crítica de derecha de la “escuela ortodoxa” fue iniciada por Lu Siang-shan (1139-1192) quien reprocha a Shu Hsi el admitir la existencia objetiva de “Li” y de “Tsi”. Más tarde esta crítica se convirtió en todo un sistema idealista subjetivo fundado por Wang Yang-ming (1478-1528), según el cual, fuera de la conciencia no existen cosas ni leyes. Mi representación, afirmaba, es precisamente la cosa. La experiencia del hombre no lo conduce más que a errores. Todo depende de nuestro “Yo”. En apoyo de esta tesis, lanzó la teoría de la “unidad del conocimiento y la acción” que tenía por finalidad salvar al régimen feudal amenazado. Wang Yang-min y sus numerosos émulos trataron de renovar las ideas reaccionarias del confucianismo y de apartar a las masas populares de la lucha contra sus opresores. Posteriormente, la escuela de Yang-ming se convirtió en una de las principales corrientes ideológicas de la China feudal, con iguales títulos que la “escuela ortodoxa”.
Sin embargo, en el seno de la escuela de Wang Yang-min se manifestaron diversas tendencias que entablaron una lucha encarnizada entre sí. Algunos de sus discípulos se unieron al materialismo y declararon la guerra abiertamente a la doctrina de Confucio. Entre estos filósofos, le corresponde un lugar de honor a Li Shih (1527-1602).
En el siglo XVII, en la época en que el feudalismo atravesaba una crisis profunda y en que los conquistadores extranjeros habían invadido a China, los elementos progresistas de la sociedad china emprendieron una vasta acción contra las tendencias idealistas. Este movimiento era dirigido por Huang Tsung-hsi (1610-1696) y Wang Fu-shih (1619-1692). Hilan Tsung-hsi, patriota ardiente y guerrero intrépido, combatió a los conquistadores manchúes. Después del fracaso de la resistencia armada, se dio por entero a los trabajos científicos y a la difusión de las ideas democráticas antifeudales. Exhortó a los funcionarios y a los intelectuales a servir al pueblo y no al emperador. En lo que respecta a la cuestión fundamental de la filosofía (ver), sus posiciones eran materialistas: sostenía que en el cambio infinito universal, no hay más que una sola substancia, la substancia material (“Tsi”), que llena todo el espacio. Sus ideas democráticas eran compartidas por el eminente materialista Wang Fu-shih. Pensaba que la tierra, considerada como propiedad del emperador, debe pertenecer al pueblo. En su denuncia del misticismo, afirma que la materia es eterna, que es un dato primario y que sus leyes tienen carácter objetivo. Enuncia la teoría de la “unidad del cuerpo y del movimiento”.

En el siglo XVIII período en que se afirmó sólidamente la dinastía manchú, el célebre sabio y materialista Tai Tung-yuan (1723-1777) elevó su voz contra la ideología dominante de la “escuela ortodoxa”. Tai Tung-yuan estima que el mundo material es asiento de un proceso continuo que “da a luz una vida nueva incesantemente”. Es la manifestación de la ley natural del “Taó”, inherente a la propia realidad. Para conocer esta ley, es preciso analizar las cosas concretamente hasta en sus más pequeños detalles.
A mediados del siglo XIX, cuando China se convertía en un país semi-colonial, el movimiento de los campesinos conocido por el nombre de la insurrección de los “Tai-Ping” (1850-1864), tomó una amplitud enorme. El organizador y teórico de ese movimiento, Hung Sui-tsuan (1812-1864), bajo capa del cristianismo importado en China por los europeos, intentó realizar una reforma agraria en el “Estado celeste de la gran prosperidad”, fundado por los “Tai-Ping”. Esta revolución fue aplastada. Pero la idea de igualdad lanzada por los “Tai-Ping” desempeñó un papel enorme en el movimiento campesino que siguió. A fines del siglo XIX, a impulsos de una nueva ola revolucionaria en respuesta a la agravación del yugo feudal y colonial, surgieron en China dos corrientes ideológicas y políticas que preconizaban diversos medios de renovar el país: la corriente democrático-revolucionaria dirigida por Sun Yat-sen, que exigía una reforma radical del régimen burocrático y feudal, el fin de la dominación manchú y la instauración de un régimen republicano; y la corriente reformista dirigida por Kang Yu-wei (1858-1927) que quería, por medio de algunas transformaciones “desde arriba” atenuar las contradicciones sociales y restaurar la potencia del Estado manteniendo el régimen feudal y monárquico. Uno de los teóricos reformistas progresistas, Tan Szu-tung (1865-1898), profesaba el materialismo. Refutando el idealismo de Confucio, estimaba que las diversas cosas son combinaciones de 73 elementos químicos cuyo substrato común es la fuerza o energía llamada “idai”, inherente a los cuerpos. El universo se modifica constantemente y la historia de la sociedad humana sigue esas modificaciones. Tan Szu-tung predijo que llegaría un día, ineluctablemente, en que sobre toda la superficie del globo “no habría ni Estados ni guerras… no habría ni dominación ni despotismo”, en que todos los hombres serían libres y que “no habría diferencia entre nobles y villanos, entre ricos y pobres…” Compenetrado de la voluntad de combatir el régimen feudal, el materialismo de Tan Szu-tung sirvió de fundamento teórico al ala izquierda de los reformistas en su lucha contra la dinastía manchú.
El más grande revolucionario de China de fines del siglo XIX y comienzos del XX, fue Sun Yat-sen (1866-1925). En vísperas de la revolución china de 1911, elaboró una plataforma política de los revolucionarios chinos, que fue apreciada en alto grado por Lenin. “Un democratismo sincero y combativo impregna cada línea de la plataforma de Sun Yat-sen” escribía Lenin en 1912, en su artículo “Democratismo y populismo en China”. Sun Yat-sen resumió su doctrina en “tres principios populares”: nacionalismo (lucha por la independencia nacional), democratismo (creación del régimen republicano), y prosperidad del pueblo (entrega de la tierra a los campesinos, limitación del capital). Objetivamente, el programa económico de Sun Yat-sen abría el camino de la evolución capitalista a China, aunque subjetivamente, su autor estimaba que se podía “evitar” el capitalismo. Sun Yat-sen aprobaba por completo la teoría materialista de Darwin (ver) sobre el origen del mundo orgánico y expresó ideas materialistas sobre la teoría del conocimiento. Sin embargo, hizo concesiones importantes al idealismo en diferentes dominios: clasificación de los hombres en tres grupos según sus características intelectuales, doctrina del “elemento vital”, &c. A pesar de su carácter contradictorio y de su estrechez burguesa, la doctrina de Sun Yat-sen señaló un gran progreso en la filosofía de China. Lo que la distingue es que en el curso de la lucha revolucionaria, se enriquece constantemente despojándose de sus elementos conservadores. “Toda su vida”, escribe Mao Tse-tung, “Sun Yat-sen luchó por sus ideas, por el desarrollo de su doctrina de la que no se apartó jamás, completando y profundizando su teoría de los tres principios populares. Bajo la influencia de la Revolución Socialista de Octubre en Rusia, Sun Yat-sen revisó sus opiniones y perfeccionó su teoría de los tres principios populares agregándole tres principios políticos: apoyo a los obreros y campesinos, alianza con los comunistas, alianza con la U.R.S.S. Sun Yat-sen fue un amigo sincero de la Unión Soviética y saludó calurosamente la Revolución Socialista de Octubre en Rusia, a la que calificó de “gran esperanza de la humanidad”.

Después de la muerte de Sun Yat-sen, la camarilla reaccionaria del Kuomintang puso el acento en los aspectos reaccionarios y conservadores de su doctrina y, cubriéndose con su nombre, emprendió el camino de la traición nacional. Sólo la clase obrera china y su destacamento de vanguardia, el Partido Comunista, son los herederos legítimos de la doctrina de Sun Yat-sen. Al mismo tiempo que critica las utopías pequeño-burguesas y las ideas conservadoras de Sun Yat-sen, el Partido Comunista de China salvaguarda y desarrolla la médula democrática y revolucionaria de su programa político y económico. Bajo la influencia directa de la gran Revolución Socialista de Octubre, se vio surgir en China un poderoso movimiento antifeudal y antimperialista, llamado el “movimiento del 4 de mayo” (1919). Este movimiento era dirigido por los primeros marxistas chinos, quienes, al luchar en esa época contra la ideología feudal e imperialista, denunciaban la naturaleza reaccionaria del confucianismo y otras doctrinas filosóficas y religiosas, sometían a una crítica implacable a los neokantianos místicos Chang Kiun-tan, Liang Chin-chao, &c., y ponían al descubierto la traición del pragmatista Hu Chi y de sus acólitos. El Partido Comunista de China, fundado en 1921, puso al desnudo en el curso de la lucha contra sus enemigos ideológicos, las raíces sociales e históricas de la política colonialista e imperialista, y la traición de sus lacayos, los militaristas chinos. Las principales obras filosóficas de los clásicos del marxismo-leninismo, fueron traducidas al chino: Anti-Dühring, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Dialéctica de la naturaleza, de Engels; Materialismo y empiriocriticismo de Lenin; Principios del leninismo de Stalin, &c. A pesar de las represiones del Kuomintang, la literatura marxista-leninista fue ampliamente difundida en todo el país. En 1934, la camarilla dirigente del Kuomintang que luchaba contra el Partido Comunista, organizó lo que se llamó el “movimiento por una vida nueva” cuyo objetivo era la restauración de la moral reaccionaria de Confucio y el reforzamiento de la dictadura fascista del Kuomintang. La “justificación” teórica de ese movimiento fue confiada a un enemigo jurado del pueblo chino un émulo de los idealistas norteamericanos, Chen Li-fu. Los comunistas de China denunciaron la naturaleza reaccionaria de la ideología y de la política de la camarilla dirigente del Kuomintang, y desplegaron una vasta propaganda en favor de la filosofía marxista. Los notables trabajos filosóficos de Mao Tse-Tung (ver) de este período, A propósito de la práctica, En torno a la contradicción, asestaron un rudo golpe tanto al dogmatismo como al empirismo, bases ideológicas del oportunismo de derecha y de “izquierda” en el seno del Partido Comunista. Aplicando la dialéctica materialista de una manera creadora, el Partido Comunista de China, dirigido por Mao Tse-tung, derrotó completamente a sus adversarios, elaboró una estrategia y una táctica verdaderamente científicas, y condujo al pueblo chino a la victoria histórica sobre la reacción imperialista y feudal.

La victoria de la gran Revolución China señala el triunfo de las ideas marxistas-leninistas y la quiebra de la filosofía burguesa en China. El marxismo-leninismo está siendo asimilado por amplios círculos intelectuales y por militantes de la China popular. En su lucha contra la filosofía burguesa, por la ideología marxista, por la ciencia materialista, reciben la amplia contribución de las publicaciones soviéticas. En China se propaga activamente la doctrina materialista de Pavlov sobre la actividad nerviosa superior, la teoría de Michurin y los trabajos de otros sabios soviéticos.

Diccionario filosófico abreviado· 1959:196-202

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